domingo, 18 de septiembre de 2022

Sergio pinta un cuadro


Por allá va Sergio, abstraído en sus propios pensamientos, centrados en ese cuadro al óleo al que no logra dar forma. La primera idea surgió tras visitar el museo de Orsay junto a su familia, el verano pasado. Primero fue una visión, una imagen borrosa, a continuación, una obsesión: su padre le compró, muy a regañadientes, mientras se preguntaba si esa afición a la pintura, no tan repentina, pues Sergio tenía grandes habilidades con el dibujo, era normal en un niño de catorce años. Tembló con la primera factura del material que Sergio necesitaba, muy consciente que, a esa inversión económica, le seguirían otras tantas.

En efecto, el aspirante a pintor había comenzado, desechado y vuelta a empezar, durante meses, su primera obra pictórica, gastando y renovando pinceles, paletas, diluyentes y lienzos, sin límite de continuidad, así como un centenar, al menos, de bocetos. Siempre encerrado, durante las tardes y día tras día, en su cuarto, sin dejar de imaginar e intentar concretar en el lienzo aquella imagen difusa que rondaba invariablemente ante sus ojos. Soñaba despierto con una pareja, que quería representar vista de espaldas, que invisible a los transeúntes, se besaba en un parque otoñal, en uno de esos bancos públicos que cantaba Brassens, cantautor que Sergio conocía gracias a la profesora de francés, otro, de entre tantos, de sus amores platónicos. Tenía una idea clara de la composición, del escenario, de los colores, pero sus bocetos nunca lograban representar fielmente ese boceto difuso que imaginaba constantemente.

La madre de Sergio apoyaba con fervor a este, acallando las burlas constantes de su hija, un año mayor que su hermano, hacia aquel titánico esfuerzo traducido en un escenario de incontables tubos de pintura gastados en inconclusas, desordenadas, pinceladas erráticas, líneas y manchas borrosas. Conocía perfectamente la especial sensibilidad de aquel atolondrado niño, siempre viajando por sus propias nubes fantasiosas, con dotes indudables para el dibujo. Intuía que Sergio estaba intentando dibujarse a sí mismo, en un escenario idealizado, acompañado por alguna de sus musas, aquellas que pasaban por su lado y moldeaba en su imaginación inmediatamente y otras tantas que salían directamente de aquella inventiva desbordante. No tenía dudas, por otra parte, de la perseverancia de Sergio y que conseguiría sus propósitos.

Él soñaba despierto, cada día: fantaseaba con compañeras de clase, con profesoras, con actrices, viviendo con ellas un amor intenso, pletórico, rodeado de música, atardeceres y miradas intensas en escenarios siempre idílicos. Nunca había dado el paso, por timidez, para conocer a una chica; ignoraba completamente como acercarse, tomar la iniciativa con cualquiera de ellas. En su mundo, las chicas eran musas que levitaban e irradiaban una luz celestial, seres sensibles, prácticamente intangibles, de otra dimensión no material. Su fantasía suplía su absoluta inexperiencia: un beso intenso, bajo la lluvia; un anochecer con el cielo plagado de estrellas, donde él y ella se acariciaban mutuamente con las miradas; un contraluz donde el pelo de la chica dejaba filtrar los rayos del sol... El magnificado idealismo sentimental de Sergio intentaba encontrar su lugar en el lienzo que se le resistía. Los pinceles siempre parecían tener dudas, los colores y texturas reñían entre sí, los papeles para óleos fallidos se amontonaban en un rincón del cuarto... las semanas transcurrieron.

Un día, Sergio se sorprendió por completo: su cuadro, que parecía condenado a ser trabajado durante toda la eternidad, estaba finalizado. No deseaba cambiar nada, no era necesario añadir trazo o matiz alguno, no había necesidad de volver a empezar, como tantas otras veces, simplemente su pintura se ajustaba, completamente, a aquel propósito inicial que le había rondado por la cabeza desde hacía meses. Lo he acabado, lo he acabado, se repitió a sí mismo con insistencia, para convencerse de que, en efecto, su obra estaba finalizada tal como él la había concebido. A partir de ese momento las felicitaciones se sucedieron, incluidas las de la hermana de Sergio, que en el fondo estaba muy orgullosa por la capacidad y perseverancia de aquel niño al que consideraba un idiota integral, como todos los demás chicos, pero al que en el fondo quería. El cabeza de familia era sin duda el que no salía de su perplejidad: aquel magnífico óleo, realmente lo había pintado su hijo. Un precioso cuadro impresionista que reflejaba, sin duda, un halo romántico sorprendentemente contagioso: tras mucho tiempo, quizás meses, esa noche hizo el amor, intensamente, con su mujer.

La obra de Sergio lució en el salón de la casa familiar, sin dejar de ser contemplada por familiares, amigos y vecinos, que felicitaron efusivamente al joven pintor, que solía sentarse frente a su cuadro, perdiéndose, como siempre, entre las rendijas de su propia imaginación. Su madre, muy perspicaz, consciente de las inquietudes románticas de su hijo, una tarde le preguntó: ... Chicas hay muchas, pero solo una de ellas será realmente la protagonista de tu cuadro. ¿Cómo la reconocerás?... Sergio tardó unos minutos en responder. Pero, al fin y al cabo, más allá de su inexperiencia absoluta con las mujeres, era un romántico empedernido, a pesar de su juventud: ... Mamá, cuando la vea, sabré que es ella... respondió con seguridad y aplastante ingenuidad.

Por allá va Sergio, han pasado unos cuantos meses, en los que ha seguido pintando, sin dejar de ser él mismo. Quizás no ha madurado mucho, piensa su madre, su fantasía sigue marcando sus pasos. Pero ojalá la retenga el mayor tiempo posible... Sergio, como es habitual en él, fiel a los dictados de su imaginación, no tanto de su corazón, se enamora, siempre, de forma instantánea. Justo como ahora, que una compañera de clase se cruza en su camino y el chico reflexiona que, quizás, al fin haya dado con la protagonista de su primer cuadro. Ella se para y le saluda, él también. Debe intentar un primer acercamiento, si bien, como siempre, duda como hacerlo... pero está decidido: ya es hora de tomar la iniciativa. Es sábado de otoño, el sol luce con timidez y la vida parece emerger alrededor de nuestro protagonista, dispuesto a vivir esa vieja historia, que siempre parece nueva.

Más libros, más libres

En mis recuerdos, aquellas librerías de viejo , de compra/venta/cambio , de libros de segunda mano, sus paredes permanecían ocultas por elev...