jueves, 5 de mayo de 2022

Un paseo


Como en casa, en ningún sitio
, sentenciaba Dorothy, tras su odisea en Oz. Comparto con ella, plenamente, esa sensación de bienestar en los días que encuentro tiempo libre para mí mismo, como hoy, como ahora. Pienso, antes de escribir, en la música que debería acompañarme durante esta tarde primaveral y el azar me trae a Karen Souza y su jazz vocal. A continuación, otro ritual: un té verde humeante, que acompañará, entre sorbo y sorbo, el mágico devenir de unos párrafos que intentarán buscar su lugar entre tantos otros, si acaso las sensaciones, los recuerdos, las reflexiones, se ponen de acuerdo entre sí. Siempre me asalta la duda de si estoy situado o no justo en medio de la persistencia de la memoria y todas aquellas vivencias, que en cascada, recordamos o creemos recordar. 

Y de repente llega hasta mí el olor intenso de una biznaga malagueña, en plena primavera; la textura de un árbol empapado de lluvia en un bosque, quizás en la Selva de Irati; la espectacular visión de la línea del horizonte dibujada tras tonalidades rojizas intensas de un atardecer en Los Caños. Y así, vuelvo a sentir las emociones que recorren mis sentidos cuando paseo por el barrio latino en París, los paseos laberínticos por Venecia, entonando para mí mismo el famoso y tópico adaggio de la 5ª sinfonía de Mahler. Quizás debería poner coto a mis evocaciones, situándome en el mirador de San Nicolás, contemplando como el amanecer perfila la silueta de la Alhambra, pero me resisto a dejar de viajar, a dejar de dar saltos entre escenarios en los que anhelo ser uno de los actores, cuanto menos un figurante, como en la inmensa Ciudad Prohibida, recordando entre tanta belleza monumental, al malogrado emperador Puyi: el craso error de concebir la vida como sinónimo de un ápice de poder. Nada como sentirse pequeño, para evitar estas tentaciones absurdas, en plena jungla de asfalto, justo al lado del One World Trade Center o quizás aún mejor contemplando las famosas Cataratas del Niágara o alguno de las localidades que conforman ese paraíso que es La Toscana. 

En un largo viaje en tren, hace años, tuve la oportunidad de conocer a Max, un extrovertido chico portugés que había hecho de los viajes una filosofía de vida: 

- ... Tengo un pequeño negocio, a medias con un socio, un asador estilo argentino, de comida rápida. Todo lo que logro ahorrar, lo invierto en viajar. Tengo una vida muy austera, así, cada tres meses, el dinero me permite estar con la mochila a cuestas, recorriendo países... He visitado alrededor de cincuenta... 

- ... ¡Cincuenta! Francamente, en mi caso no llevo la cuenta, pero dudo que haya visitado tantos... - respondí, asombrado. 

-... Yo estiro el dinero: un par de días en Berlín, enlazo autobuses hasta Bruselas y de ahí a Amsterdam, por ejemplo... - matizó  Max.

- ¿Pasas un par de días en cada ciudad?- pregunté, divertido por la espontaneidad de aquel muchacho dispuesto a devorar el mundo.  

-... Generalmente, un día, una sola noche, prefiero gastarme el dinero en muchas ciudades, no en estar varios días en una sola de ellas... -  respondió Max con desparpajo. 

-... Creo que tenemos filosofías muy dispares sobre los viajes. Tú coleccionas países, yo colecciono momentos... 

- ... Hay que aprovechar el tiempo, cuando se viaja; una hora en una ciudad, si te organizas, da muchisimo de sí... - Definitivamente, ambos vivíamos en universos muy distintos. Le pregunté si había leído El Principito y asintió. 

- ... Yo, si dispongo de una hora en algún viaje, camino lentamente hacia una fuente... - Tras escuchar mi frase, Max sonrió abiertamente, al fín me había comprendido.

Nos despedimos en la estación de Gare du Nord y aquella tarde recorrí con parsimonia Pont Neuf, deleitándome en mi paseo con un buen trozo de Quiche Lorraine y recordando a Borgues: ... Estar conmigo o no estar conmigo es la medida de mi tiempo ... 
  
 

Más libros, más libres

En mis recuerdos, aquellas librerías de viejo , de compra/venta/cambio , de libros de segunda mano, sus paredes permanecían ocultas por elev...