¿Tienen los galeotes, a pesar de todo, momentos de esparcimiento? Si, aunque sean esporádicos. Recientemente, pude asistir a un maravilloso concierto, recuperando tradiciones, tras tantos meses de condiciones sanitarias adversas, en el ámbito social, que parecían tan lejanas. Los nuevos audífonos, de última generación, han obrado el milagro que me ha permitido reconciliarme con cada uno de los instrumentos de la orquesta. Todo ello, junto a un buen plato de callos picantes por allí, unos churros con chocolate por acá, unos deslumbrantes atardeceres en la orilla del mar por acullá, en días sucesivos, me han permitido, cuanto menos, respirar con el mismo anhelo que aquellos buceadores buscando trepang (libro maravilloso de Salgari) emergiendo a la superficie.
En el refugio de mi cama, la lectura de Steve Canyon, de Milton Caniff, en versión digital, me introduce cada noche, sutilmente, en los territorios de Morfeo. Esas aventuras, donde los malos son villanos de manual y los buenos héroes intachables, me hacen recuperar esa ingenuidad infantil que aún no había descubierto que la realidad cotidiana es una confusa mezcla de muchas luces y aún más sombras, con un problema irresoluble de tránsito entre ambas: cada vez difícil distinguir una zona de otra, tan complejas en todos los ámbitos son las sociedades modernas, en las que todos y todas nos sentimos paladines de la humanidad, asesorando el mejor concepto de nosotros mismos. Nadie puede dudar de mi honorabilidad, expresaba recientemente un individuo con condena firme por delitos graves de corrupción, prevaricación, malversación.
Nunca logro recordar mis sueños, salvo algunas escenas desfragmentadas que se difuminan rápidamente en mi memoria. Me gustaría saber todo aquello que se fragua en mi subconsciente, cada noche. O quizás no, pensándolo mejor: bastante tenemos con el consciente, imitando la voracidad de Saturno, en el famoso cuadro de Goya. Pero a pesar de todo, hoy es domingo: paella familiar, duermevela con película, merienda con bizcocho casero y un alto en las neuronas. Mañana, que parece muy lejana aún, será otro día, como clamaba Scarlett O'Hara en la famosa película.