domingo, 14 de noviembre de 2021

Exterminios


Terrible, la visión de la película Quo Vadis, Aida? (2020), de Jasmila Zbanic, recordándonos los detalles más intolerables del genocidio de Srebrenica en el año 1995, donde fueron asesinados al menos 8000 bosnios musulmanes durante aquella guerra sustentada en meras razones de etnia. Los monstruos con apariencia humana que masacran sin piedad a todas estas personas no se limitan a nombres conocidos como Radovan Karadzic y el sanguinario Ratko Mladić: cabe extender estos crímenes contra la humanidad a todo el ejército serbio al mando de este último y paralelamente a las personas de la ONU y la OTAN que no hicieron absolutamente nada por impedir el descarnado exterminio, imparable, de esos miles de personas. 

El coronel de los Cascos Azules Thomas Karremans está retratado en la película como un inútil absoluto, insensible por completo a aquel exterminio, a la suerte de las personas a las que debió proteger, críticas extensibles al resto de militares bajo el mando de este, todo ello en connivencia con el ejército serbio y en consecuencia, al mismo nivel que Karadzic y Mladić. Ninguno de los tres admitieron posteriormente responsabilidad alguna, ni siquiera en el ámbito moral. Karremans vivió en Madrid, en una suerte de exilio forzado, tras abandonar la vida militar y su país, Holanda, trasladando toda la responsabilidad de sus execrables acciones a la ONU, mientras que los dos serbios fueron condenados, tras no pocas dificultades para detenerlos, a cadenas perpetuas por genocidio, crímenes contra la humanidad y por infracciones graves a la convención de Ginebra, entre otros cargos. Ninguno de ellos mostró nunca el menor arrepentimiento, siempre apoyados por una parte de la ciudadanía de su país que los siguen considerando, a día de hoy, héroes de la causa étnica o nacionalista. 

Una película magistral, muy necesaria, para refrescarnos la memoria, volviendo a poner nombres y apellidos a individuos que son responsables de crímenes de lesa humanidad y que representan, por sí mismos, lo peor de la atrocidad de la especie humana en cualquier conflagración bélica: la población civil, absolutamente inocente y ajena a cuestiones absurdas como los conflictos políticos, económicos y en este caso de etnia, siempre son los que pagan las consecuencias, con sus vidas. La historia insiste en repetirse, a lo largo de los siglos, quizás porque tendemos a cerrar los ojos muy rápidamente, invadiéndonos la ceguera y una amnesia colectiva irremediable. Al menos, hasta la siguiente guerra, el siguiente genocidio, la próxima exhibición de la crueldad infinita del hombre para con el hombre.

Me temo que no tenemos remedio, salvo que generaciones posteriores, muy formadas, capaces de entenderse en un marco democrático de convivencia, cambien el mundo, es de esperar que antes que lo destruyamos nosotros mismos, vaticinio constante y pesimista de toda la literatura de ciencia ficción. Problemas de la inteligencia, como enunció Carl Sagan: la especie humana está condenada a extinguirse a ella misma. También, cabe recordar, es autor de la siguiente frase: "En el mundo de la ciencia muchas veces se escuchan a científicos decir "mi teoría estaba equivocada" (...) Sin embargo, no recuerdo la última vez que un político o religioso dijese lo mismo", que en el fondo es reiterar la primera. 

Pero ay, es domingo. El peor día para reflexiones de este tipo, por más que probablemente, debemos pensar con bastante más frecuencia que el mundo que hoy conocemos necesita mucho más mimo que el que le profesamos, a diario, sin trasladar toda la responsabilidad y trabajo a Greta Thunberg y otros muchos más héroes anónimos que claman contra políticos tan insensibles como aún más sordos para que el cambio climático no se vuelva, definitivamente, contra la propia humanidad. Y aquí finalizo: un paseo para estirar las piernas me está esperando y anhelo reencontrar, en su recorrido, tras varios días de gripe, uno de esos aún conservados espacios verdes en el que dejar que mis neuronas se relajen mínimamente, que mañana, cabe recordar, es lunes. 


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